En la foto puedes ver un simple erizo abierto, mostrando unas pequeñas castañas. Pero para nosotros es mucho más que eso. Es el fruto de un año de trabajo.
Lo primero fue talar los eucaliptos. Luego preparamos la parcela de monte para reforestar, amontonando el ramaje y cortando tojos; pusimos en pié y atamos a tutores los árboles autóctonos que sobrevivieron a la tala y, por último, secamos los tocones de eucaliptos para que no rebrotaran. Llegada la primavera, plantamos castaños de fruta micorrizados en las zonas sin arbolado, pensando que en el futuro crearán suficiente sombra para que no prospere la maleza, dificultando la transmisión de fuegos y produciendo alimento para la fauna salvaje. En el verano tuvimos que regarlos y repasar los tocones que no habían secado del todo.
Un año después, muchos de los castaños plantados muestran pequeños erizos. Pero lo importante es que desapareció un eucaliptal de 7.702 m2, en el que poco a poco crece un bosque autóctono.
