Campaña de restauración de un monte sagrado
Dentro de los esfuerzos que realiza Fragas do Mandeo por la conservación de la naturaleza local, tiene especial importancia el trabajo de recuperación del bosque caducifolio en el monte de A Espenuca, por tratarse de un enclave emblemático en nuestra comarca. En él conviven los patrimonios natural, monumental e inmaterial, donde las rocas y las construcciones están rodeadas de leyendas, mientras los eruditos nos hablan de un monte sagrado para los cultos precristianos.
Aunque únicamente su linde con el río Mandeo forma parte del espacio natural protegido ZEC Betanzos-Mandeo, el conjunto del monte tiene un gran valor ambiental y paisajístico que debe ser protegido de manera eficaz, procediéndose a la restauración del hábitat natural en las zonas degradadas por la presencia de arbolado exótico.
Un convenio de custodia del territorio
El 5 de mayo de 2015, Fragas do Mandeo firmó un convenio con el Ayuntamiento de Coirós para gestionar durante 50 años varias parcelas de bosque de titularidad municipal situadas en el entorno del espacio natural protegido. Concretamente, tres están en el monte de A Espenuca y suman una superficie de 64.195 m2.
La primera de ellas se localiza en lo alto de la ladera norte, al pie de la ermita. Presenta zonas rocosas y abruptas ―acumula un desnivel de 85 metros― que se mezclan con otras transitables por su menor pendiente. En esta parcela crecía un eucaliptal que ocupaba sus dos terceras partes. A mediados del año 2014 fue talado para extraer la madera; cuando se firmó el convenio los eucaliptos ya rebrotaran, alcanzando una altura superior a la de una persona. El resto de la superficie está ocupada por un bosque caducifolio con robles de pequeño porte.
La segunda parcela está en la ladera suroeste, cerca de la carretera de acceso al mirador. Resulta la más abrupta de las tres, pues realmente es un cantil formado por domos graníticos, viéndose impedido el paso salvo por el sendero que va por la parte de abajo. Los eucaliptos crecen entre las rocas, pero también pequeños robles, laureles y helechos, favorecidos por estar en la umbría. La presencia de numerosas acacias negras es preocupante, debido al carácter expansivo de esta especie exótica invasora y dada la dificultad de su erradicación, pues cuando se corta brotan numerosos vástagos de las raíces. Los eucaliptos afectan muy negativamente al paisaje, ya que esta cara del monte es visible desde lugares tan frecuentados como Chelo o la carretera general.
La tercera está situada en el Picoto Pequeno, nombre que recibe un promontorio situado en la ladera norte, por contraposición a su cima (O Picoto). Esta parcela es adyacente a la primera y toma dirección noreste por la ladera más pedregosa y seca. Está densamente colonizada por eucaliptos y algunas acacias negras. En la parte baja pasa sin transición a ser un bosque caducifolio en el que dominan los robles, constituyendo un tipo de bosque denominado robledal galaico-portugués. En la linde con el río se transforma en un bosque de ribera considerado como hábitat prioritario (91E0* Bosques aluviales de alisos y fresnos).
Aunque el estado ambiental de estas parcelas no es bueno, su potencial para una restauración ecológica es muy grande. En una parte considerable del monte de A Espenuca prospera un bosque caducifolio muy diverso, compuesto por dos decenas de especies de árboles autóctonos, en el que algunas manchas de especies foráneas rompen su armonía. Esta intrusión fue en gran medida espontánea, debido a que en la zona se plantaron originalmente como ornamento: ya en el año 1950 varios eucaliptos adornaban el mirador, antes de extenderse su aprovechamiento forestal.
Dada la frecuente confusión, hay que advertir que la parcela que linda con la carretera de acceso, las que conforman el mirador y la que está detrás de los panteones son del Arzobispado; las situadas en el lado oeste del mirador, ocultando las vistas hacia Chelo, son de varios titulares particulares.
La metamorfosis de las parcelas
En julio de 2015 Fragas do Mandeo inició el proceso de transformación de estas parcelas, comenzando por la que está al pie de la ermita. Debido a su gran extensión, lo abrupto del terreno y a lo mucho que rebrotaron los eucaliptos, fue necesaria la contratación de profesionales forestales mediante financiamiento externo.
La primera fase fue eliminar todo el ramaje que quedara de la tala de los eucaliptos, rozar todos los rebrotes y dañar los tocones para secarlos. En este trabajo se necesitó el empleo de herramientas manuales y de maquinaria, tanto ligera como pesada, previniendo a los trabajadores para que no realizaran movimientos de tierra ni alteraran rocas, tanto por su valor intrínseco como por la posibilidad de afectar a restos arqueológicos. También se arregló un tramo de medio kilómetro de la pista forestal (desde la carretera hasta la bifurcación Chelo-Bocelo), para facilitar el transporte de los materiales de reforestación.
En agosto del mismo año se ejecutó la segunda fase con la ayuda de voluntarios, plantando robles y dotándolos de protectores frente a los corzos. De este modo reforzamos la población de aquellos árboles autóctonos que sobrevivieron a la tala, gracias a que eran muy pequeños o a que rebrotaron de los tocones. Quedaba para una tercera fase repasar los tocones de eucaliptos que no dieran secado y continuar reforzando la plantación sembrando bellotas, castañas y avellanas recogidas en la zona.
Para facilitar las visitas a la parcela se diseñó un itinerario que la recorre en su totalidad, uniendo caminos interiores y cruzando el pequeño robledal que ya existe. En su arranque se instaló un panel informativo que facilita la identificación de nueve especies de árboles.
En el año 2016 el trabajo se centró en controlar la reaparición de eucaliptos, tanto los rebrotados de tocón como los nacidos de semilla. A primeros de mayo veinticuatro voluntarios repasaron exhaustivamente toda la parcela, antes de que el tamaño de los helechos dificultara la labor. Por el contrario, en el segundo semestre fueron suficientes un par de voluntarios para repetir la tarea en dos ocasiones.
Aunque las actuaciones en las otras dos parcelas están pospuestas para cuando se disponga del financiamiento necesario, a finales de agosto del 2016 se desarrolló en el Picoto Pequeno un campo de trabajo internacional promovido por Fragas do Mandeo y financiado por el Ayuntamiento de Coirós y la Xunta de Galicia. Los diecisiete voluntarios y cuatro monitores estuvieron desbrozando y cortando eucaliptos jóvenes en la parte más accesible de la parcela, iniciando así un proceso de recuperación que se prevé largo por la extensión de las parcelas, la densidad del eucaliptal y la orografía abrupta.
Rocas y leyendas: el entorno mitológico del bosque autóctono
En A Espenuca, la falta de evidencias sobre su pasado se compensa con las numerosas leyendas sobre sus rocas. Esto les confiere un interés cultural que se añade a su valor intrínseco como formaciones geológicas. La recuperación del bosque autóctono a su alrededor facilitará su visita y contemplación, actualmente obstaculizadas por los eucaliptales.
En gallego la palabra espenuca es sinónimo de caverna o gruta. Procede del término latino spelunca, que efectivamente significaba “cueva”. Pero los eruditos consideran que con el paso del tiempo tomó el sentido de hueco o rincón (natural o artificial), llegando incluso a usarse como sinónimo de sepulcro. De hecho hoy en día seguimos a usar familiarmente la palabra gallega cova con el significado de tumba.
La naturaleza granítica del monte dificulta la existencia de grutas profundas, pero no impide la presencia de conjuntos de rocas que conforman huecos o refugios. Un ejemplo de esto es la roca de la Señora, donde la forma cóncava de su parte inferior, compuesta por un conjunto de alvéolos, da lugar a un espacio abovedado. Bajo ella, en una cazoleta se acumula agua que la gente tenía por milagrosa, afirmando que la habitaba una señora encantada y hablando de una viga de oro.
Ante la ausencia de cavernas, estos refugios pétreos pudieron servir para ritos relacionados con el culto a los espíritus o divinidades que habitan las rocas y los promontorios. Numerosas rocas del monte reciben nombre y tienen leyendas asociadas. Algunas de ellas ya desaparecieron, como la Roibal, la Zoadora y la llamada Fémur Pétreo. Pero podemos visitar Forno de Allares (un conjunto granítico que forma una pequeña cueva en la que figuran dos cruces gravadas), las rocas de Os Castelos (por estar juntas en posición vertical), el peñasco Abaladoiro (que se mueve con el peso de una persona), la roca de Outeiro y la Cama de Santa Eulalia (ambas al pie del campanario), la roca Botilla (situada detrás de esta edificación, fue deteriorada en su rehabilitación de los años 80), la de A Roda y la de O Alxibe (de la que dicen que en la primera los romanos hacían ruedas y en la segunda guardaban el agua), la de O Corvo, la de la Cabra o la de Meixón, además de la citada roca de la Señora.
Son pocos los restos arqueológicos descubiertos, pues no se ha acometido ninguna excavación que aclare la evolución de este enclave. No hay pruebas de la existencia de un castro, pero una estela funeraria y los pedazos de tégulas que pueden encontrarse en el entorno del mirador indican un asentamiento de la época romana. Esta convicción nace en el año 1949, cuando se hallaron un molino de mano y varias tégulas de reborde en la construcción de la carretera de acceso.
La larga historia de la ermita
La inscripción que existía en la roca Paxara ―destruida en torno a 1890 en busca de un hipotético tesoro oculto― indicaba que la ermita ya estaba edificada en el siglo IX en honra a Santa Eulalia, dato confirmado también por un documento de la época. Pero los eruditos sospechan que hubo una construcción anterior, posiblemente erigida en el siglo VI como cristianización de un lugar de culto primitivo que fue usado como necrópolis por los romanos, edificio que luego sería destruido en las invasiones normandas del siguiente siglo. El culto a Santa Eulalia de Mérida, mártir ejecutada en el año 303, se trata de uno de los más antiguos de Galicia, siendo citado también como Santa Aia, Baia u Olalla.
La santa estaba considerada como valedora en los partos y favorecedora de la fertilidad. Esta creencia enlaza con las antiguas tradiciones de las camas líticas en los ritos de fecundidad, relacionándose con la roca llamada Cama de Santa Eulalia. Durante muchos siglos se celebró la romería el día de la Natividad de Nuestra Señora (8 de septiembre); muy concurrida en el pasado, fue menguando su popularidad hasta reducirse a una fiesta patronal.
Citada en documentos como mosteiro de Sancta Eolalia de Spelunca, la comunidad religiosa y sus bienes fueron incorporados al monasterio benedictino de Cis en el año 1063. De este modo pasó a ser un priorato, hasta que en el siglo XV se constituye en parroquia. Actualmente la iglesia de San Julián de Coirós, situada en las inmediaciones de la casa consistorial, es la sede parroquial.
El edificio que vemos hoy tiene una estructura románica del siglo XII, con cambios realizados en el siglo XIV. Sufrió una importante transformación en el XVIII, siendo la restauración actual de la ermita y su entorno de la década de 1980. Consta de una única nave con ábside rectangular y bóveda de cañón, pero ya no podemos contemplar las pinturas datadas entre el XV y el XVI que decoraban su interior.
El campanario, el castillo y la botilla
En la visita a A Espenuca sorprende que su campanario esté separado de la ermita. La lógica dice que la localización de esta espadaña en el lugar más alto facilita que el sonido de la campana llegue más lejos, pero abre la pregunta de por qué no hicieron la ermita a su lado. Los razonamientos de los eruditos apuntan a que la localización de la ermita está determinada por cultos anteriores. Una leyenda resuelve esta incógnita diciendo que en el tiempo mitológico de los mouros se empezó a construir en la cima del monte. Finalizada ya la espadaña, empezaron a hacer las paredes de la ermita, pero al día siguiente todas las piedras aparecieron más abajo. Volvieron a ponerlas junto a la espadaña, pero de noche volvían a cambiar de sitio. Cansados de la rutina de este encantamiento, decidieron edificar la ermita donde está actualmente y dejar el campanario donde lo habían erigido.
La espadaña actual fue construida en el siglo XVIII. Tenía escalones de piedra, tal como puede observarse en fotografías de la década de 1920. Se cree que fueron eliminados para evitar que la gente subiera a tocar las inscripciones de la campana como parte de un rito de fertilidad. La campana original, datada en 1693, fue robada en los años 60 del pasado siglo. Dos décadas después se colocó una nueva y se puso la cruz que corona la espadaña. El crucero que la acompaña se instaló en 1985 componiendo piezas procedentes de varios lugares.
Los documentos bibliográficos hablan de la existencia en los siglos IX y XII de un castillo, que debe entenderse como una torre de vigilancia. Sus restos posiblemente fueron utilizados en la construcción de la ermita.
En la izquierda de la entrada al recinto de la ermita se sitúa la botilla, nombre que recibían en la comarca las dependencias de las iglesias que servían de almacén o que eran usadas por los curas en la comida del día del patrón. Ya existía en el siglo XVIII, contando en sus muros elementos tan antiguos como la estela funeraria ―decorada con un trisquel― utilizada como dintel de la puerta. En los años 80 se transformó en una pequeña capilla con una imagen moderna de Nuestra Señora, y fue dotada con una pila bautismal románica traída de otro templo.
Un célebre mirador
El mirador de A Espenuca fue construido por la Diputación de A Coruña en 1949, para aprovechar las amplias panorámicas de la cima sobre todo el contorno, siendo de visita obligada para los forasteros que quisieran conocer nuestra comarca. Actualmente los eucaliptos que nacieron espontáneamente en su cara oeste dificultan la contemplación del lugar de Chelo, declarado paisaje pintoresco en 1972.
El vértice geodésico se instaló en el año 1981, estableciéndose su altitud en 288,20 metros y su posición en –8° 09’ 22,98” de longitud y 43° 15’ 48,17” de latitud (datum ETRS89, UTM 29T X = 568.467 Y= 4.790.409).
Más información
Para ampliar conocimientos sobre los monumentos y leyendas del monte, la publicación más completa y fidedigna es el artículo Espenuca: inscrición, edificios e lugares máxicos, de Xosé María Veiga Ferreira y Juan Sobrino Ceballos, en Anuario Brigantino 2012, nº 35, pág. 59-98.