Los colores de la fraga

6 abril 2011

 
Estas fechas de finales de marzo y primeros de abril son un placer para los aficionados a observar aves. Muchas son las especies que están apuradas transportando pajitas con las que hacer el nido, y los machos no dejan de cantar con todas sus fuerzas para marcar su territorio. En esta época es en la que más fácilmente pueden contemplarse algunas especies, pues posteriormente, cuando ya estén criando, se volverán crípticas, para que ningún predador detecte dónde ocultan los pollitos. Así, por ejemplo, comiendo entre las hojas de un mismo sauce podemos observar fácilmente tres especies de páridos: el carbonero garrapinos (Parus ater), el herrerillo común (Parus caeruleus) y el carbonero común (Parus major), en compañía del mito (Aegithalos caudatus). Más adelante sólo los veremos pasar fugitivamente.

Pero también es una época para admirar el paisaje natural. Las distintas especies arbóreas van echando las hojas, y cambiando el color según éstas crecen. Los árboles más adelantados fueron los sauces, con un color verde azulado que luego virará a un verde ceniciento. Los abedules muestran un verde vivo que contrasta con su corteza blanca. De los robles brotan unas hojas cobrizas, que van reverdeciendo según crecen. Los castaños, mucho más retrasados, pues aún no echaron hojas, nos dejan ver la hermosa estructura de sus copas. Por el contrario, los laureles, como les corresponde por ser de hoja perenne, destacan con su verde oscuro, igual que en el resto del año. Así, situados en un punto en el que tengamos un buen panorama de una fraga, podremos determinar claramente la composición del bosque autóctono.

Desde el local de Fragas do Mandeo divisamos una pequeña fraga de viejos robles en la que se celebran las fiestas de la aldea. Tras su esplendor, se alza en la distancia el monte de A Espenuca. No esperéis ver en su ladera oeste ese mosaico de colores. Allí solamente tiene presencia el gris de los eucaliptos afectados por el gorgojo. La tristeza de este color continúa monte abajo hasta el lugar de Chelo, acorralando el bosque autóctono en la orilla del río y en las zonas más escarpadas.

Es una pena que un rincón tan emblemático para la comarca, el mirador donde se llevaba a la gente de fuera que estaba de visita para que tuviera una visión del valle del Mandeo, no tenga quién lo defienda. ¿Quién se preocupa de que perdiera todo su valor paisajístico? ¿Qué entidad o particular está haciendo algo para revertir la situación?

En Fragas do Mandeo estamos intentándolo. ¡Échanos una mano!


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